- 1972 - Los Días de la Comuna de París
Teatro Circular. Dirección Omar Grasso
Los días de la Comuna de París, estrenada en Montevideo el 17 de mayo de 1972, con dirección de Omar Grasso y elenco del Teatro Circular.
Escrita en 1948 y escenificada por primera vez en 1956 después de la muerte de Brecht, la obra se centra en la insurrección de la Comuna de París de 1871, un acontecimiento de enorme significación para la historia posterior, especialmente para las revoluciones anarquistas, socialistas y comunistas del siglo XX.
Cuando el gobierno provisional de Thiers, establecido en Versalles envía soldados regulares a quitarle los cañones a la Guardia Nacional (milicia de 200.000 hombres mayoritariamente trabajadores) el 18 de marzo de 1871, la Guardia junto con el pueblo insurrecto en las calles los enfrenta y los soldados se retiran o desertan sin ofrecer resistencia.
En París se forma un Gobierno revolucionario que introduce importantes reformas: congela los salarios, elimina los privilegios de los funcionarios, entrega los talleres abandonados a los trabajadores, limita el trabajo nocturno, garantiza la educación primaria y gratuita y la subsistencia para pobres y enfermos, declara laico al Estado, requisa edificios públicos para los sin techo, declara hermanos a todos los trabajadores extranjeros, declara la amnistía para los delitos políticos y la supresión del ejército regular, entre otras medidas.
Se celebran reuniones día y noche y en ellas miles de hombres y mujeres debaten sobre los aspectos de la vida social y sobre cómo organizar la sociedad en interés del bien común en una visión incuestionablemente socialista.
Sin embargo el regreso del ejército de Versalles provoca una terrible masacre que deja (el 28 de mayo de 1871) unos 30.000 muertos: hombres, mujeres y niños.
(Ver http://centromarx.org/index.php/documentos/historia/europa/francia/99-la-comuna-de-paris-de-1871)
En sus 14 cuadros la obra muestra cómo “la clase obrera encabezada por la Guardia Nacional toma el poder y durante 73 días ejerce por primera vez en la historia la dictadura del proletariado”, (Fernández, 15 de mayo de 1972, p. 27), en un clima revolucionario recorre barrios marginales, presenta la actitud del ejército, la actitud de las milicias, la buena fe y contradicciones de las asambleas obreras y de los que levantaron barricadas; el rol de las mujeres, el debate de ideas entre pacifistas y quienes reclaman decisiones más violentas y por otro lado el punto de vista de los políticos, los grandes empresarios y el Canciller de Alemania, quienes sólo hablan de dinero, inversiones y cuentas, o sea, del poder. También la cobardía del gobierno de Francia establecido en Versalles. Y el terrible y trágico desenlace final.
La crítica destacó el carácter polémico del espectáculo, los brillos de la puesta en escena de Omar Grasso, así como el respeto al espíritu de la obra, sin dar soluciones apresuradas o irreflexivas a los problemas que plantea, como señala Gerardo Fernández.
Se introducen algunas alteraciones en cuanto al orden del texto pero sin agregar nada al texto original. “Todo lo que el espectador escucha, salvo una cita de Lenin que cierra el espectáculo, ha sido transcrito por Brecht de las propias actas de la Comuna, por más asombroso y sospechoso que a veces parezca” subraya Fernández. Sí, hubo, en cambio, ciertos recortes. Mientras el texto Brecht incorpora la historia personal y familiar de los Cabet, en contraste con la gesta colectiva, haciendo que “lo individual y lo colectivo, se enriquezcan mutuamente”, en un juego dialéctico, en esta versión ese juego se pierde, señala con agudeza Fernández, “porque el director parece (...) interesarse exclusivamente en la gesta colectiva de los comuneros (…) y se pierde o se desdibuja la verdad humana y la riqueza de caracterización que ayudando a conocer los hombres, ayudaba a conocer la historia que esos hombres hacían”.
Esta omisión podría justificarse, sin embargo, si la dirección buscara así “desnudar mejor los contenidos conceptuales” del texto.
Finalmente y a pesar de las debilidades de un elenco no homogéneo, ciertas caídas en “momentos de exaltación emocional que resultan un tanto primarios y reiterados” así como el efecto distractivo de la cincuentena de banquitos de madera de múltiples usos, el espectáculo resulta “polémico” y “desafiante”, “cualidad que lo convierten [a Omar Grasso] en uno de los hombres de teatro más positivos y estimulantes con que cuenta el país (Gerardo Fernández en Marcha, 25 de mayo de 1972, p. 27).
