- 1964 - Galileo Galilei
Por Roger Mirza.
En 1964 Ruben Yáñez, siendo director estable de la Comedia Nacional con la que ya había dirigido otros espectáculos, estrena (el 12/09/64) con ese elenco Galileo Galilei, con traducción de Mercedes Rein y Alberto Candeau en el papel protagónico junto a un elenco altamente profesionalizado y una concepción de la puesta en escena que termina de consagrar el ingreso de Bertolt Brecht como uno de los referentes del teatro rioplantense.
Cuenta Yáñez la reacción del propio Justino Zavala Muniz, Presidente de la Comisión de Teatros Municipales responsable de la Comedia Nacional, al aprobar el texto: “Firmo todo lo que dice aquí este hombre“ (Ruben Yáñez: Hoy es siempre todavía, Montevideo, Cal y canto, 1996, 133).
Al estreno del espectáculo la República Democrática Alemana envió un crítico alemán para difundir en Alemania sus repercusiones y ese crítico manifestó al otro día que el ”espectáculo estaba a la altura del que hacía el Berliner [...] pero con un Galileo mejor que el de allá”. Sin embargo, señala Yáñez, Alberto Candeau no recibió por ese papel el Premio Florencio de la Crítica (134).
En cuanto a la recepcíón crítica, Angel Rama tituló en Marcha “Apasionada polémica intelectual”, en un largo artículo en el que analiza el conflicto del científico que debe enfrentar la represión de los poderosos cuando la ciencia cuestiona sus falsas certezas y destaca la actuación de Candeau (Marcha, 18 de octubre de 1964, p. 25 y 26). Por su parte Emir Rodríguez Monegal bajo el título “Fervorosa versión” analiza ampliamente el espectáculo y la actuación de Candeau para culminar su nota afirmando: “Es evidente que el Galileo Galilei que ofrece la Comedia Nacional es un espectáculo de primer orden, un esfuerzo admirable por verter un texto empinado de dificultades (…) para acercar al espectador montevideano una obra capital de este gran dramaturgo que es Bertolt Brecht (...) un teatro polémico en el mejor sentido de la palabra un teatro de ideas, pero también un teatro muy actual y necesario” (El País,15 de setiembre de 1964, p. 10).
La obra presenta el enfrentamiento entre la razón y las creencias religiosas o políticas, entre la verdad científica y el dogma, la aceptación del orden establecido por el poder. En el texto de Brecht, Galileo es el cienfíco que encarna la razón y la esperanza en el hombre, fundada en la confianza de la supremacía final de la verdad. Una verdad que necesita de los hombres para manifestarse. “Creo en los hombres porque creo en la razón”, dice el personaje. La ruptura que introduce Galileo en la concepción geocéntrica del universo impuesta por la Iglesia (cuyo cuestonamiento ya le costara a Giordano Bruno en el 1600 ser quemado en la hoguera) no sólo modifica la concepción del universo sino que cuestiona al orden social y político: “Quieren que la tierra permanezca fija para que sus castillos no se caigan” tema retomado por el coro: “Todo empieza ya a girar, todo tiene que cambiar”. No existe arriba y abajo, el universo no está girando alrededor de la tierra cuyo centro sería Roma.
Al mismo tiempo y en un planteo dialéctico, Brecht nos presenta a Galileo como un científico que no encarna a un héroe capaz de enfrentar a la muerte para no claudicar de sus convicciones sino a un hombre vigoroso, sensual y de gran vitalidad, que se somete ante la Inquisición y elige recurrir a la astucia para seguir con sus investigaciones en secreto.
Héroe moderno que rehusa morir por sus ideas si encuentra un medio de proseguir con sus audaces investigaciones, su verdadera pasión es la ciencia, el conocimiento, pero no la gloria.
Humano hasta en sus debilidades, condenado por quienes necesitaban de un héroe, enjuicia a la sociedad misma: “Desdichada de la patria que no tiene héroes” le reprocha Andrea, su discículo más cercano, a lo que contesta Galileo: ”Desdichada de la patria que necesita héroes”, para entregarle al despedirlo sus últimas investigaciones científicas para su divulgación.
La complejidad del personaje es una de las claves de su eficacia. Tenaz y astuto, su enorme vitalidad se manifiesta tanto en su pasión científica como en su voracidad y su apetito. No tiene escrúpulos en engañar al senado de Venecia presentando un telescopio ya inventado en Holanda como invento propio, para obtener una duplicación de su sueldo. Pero de ese modo podrá seguir con sus investigaciones y el instrumento que incluso mejora, le permite descubrimientos revolucionarios.
Esa astucia es la que plantea también Brecht en sus “Cinco dificultades para decir la verdad”: El valor de escribir la verdad, la perspicacia para reconocerla, el arte de hacerla manejable como arma, el saber a quién confiar la verdad para que se haga eficaz y el proceder con astucia para difundirla.
En el año 1970, Ruben Yáñez pone en escena una nueva versión de Galileo Galilei, con la Comedia Nacional, que se repuso por unos días en Montevideo y posteriormente realizó una temporada en el Teatro Cervantes de Buenos Aires donde se presentó junto a Noche de reyes, María Estuardo y El hombre, la bestia y la virtud, a lo largo de casi un mes (del 25 de agosto al 20 de setiembre).
Argentina estaba bajo la dictadura del General Levingston en sustitución del General Onganía desde junio de 1970 y Ruben Yáñez recuerda que antes del debut de Galileo un alto funcionario de la Comisión de Teatros Municipales de Buenos Aires le comunicó que dicha autoridad prohibía la bajada a escena de los actores durante la obra para repartir panfletos con frases del texto.
Ante la negativa de Yáñez el funcionario reunió el elenco durante el intervalo (la acción de los panfletos ocurría después de ese corte) para trasmitirle la prohibición, pero Alberto Candeau, después de mirar a sus compañeros y en nombre de todos declaró: “La obra se da como la puso el director y como se dio en Montevideo. No hay otra posibilidad”.
Y así se hizo, “culminando con una de las ovaciones más grandes que recuerdo en mi vida en el teatro”, relata Yáñez y agrega: “la crítica argentina otorgó a Candeau la distinción de Mejor Actor Extranjero de la temporada por su Galileo. Lo que probablemente no sabían era que también estaban premiando una sólida ética teatral” (Yáñez, Hoy es siempre todavía, Montevideo, Cal y canto, 1996, p. 141).
Cuenta Yáñez la reacción del propio Justino Zavala Muniz, Presidente de la Comisión de Teatros Municipales responsable de la Comedia Nacional, al aprobar el texto: “Firmo todo lo que dice aquí este hombre“ (Ruben Yáñez: Hoy es siempre todavía, Montevideo, Cal y canto, 1996, 133).
Al estreno del espectáculo la República Democrática Alemana envió un crítico alemán para difundir en Alemania sus repercusiones y ese crítico manifestó al otro día que el ”espectáculo estaba a la altura del que hacía el Berliner [...] pero con un Galileo mejor que el de allá”. Sin embargo, señala Yáñez, Alberto Candeau no recibió por ese papel el Premio Florencio de la Crítica (134).
En cuanto a la recepcíón crítica, Angel Rama tituló en Marcha “Apasionada polémica intelectual”, en un largo artículo en el que analiza el conflicto del científico que debe enfrentar la represión de los poderosos cuando la ciencia cuestiona sus falsas certezas y destaca la actuación de Candeau (Marcha, 18 de octubre de 1964, p. 25 y 26). Por su parte Emir Rodríguez Monegal bajo el título “Fervorosa versión” analiza ampliamente el espectáculo y la actuación de Candeau para culminar su nota afirmando: “Es evidente que el Galileo Galilei que ofrece la Comedia Nacional es un espectáculo de primer orden, un esfuerzo admirable por verter un texto empinado de dificultades (…) para acercar al espectador montevideano una obra capital de este gran dramaturgo que es Bertolt Brecht (...) un teatro polémico en el mejor sentido de la palabra un teatro de ideas, pero también un teatro muy actual y necesario” (El País,15 de setiembre de 1964, p. 10).
La obra presenta el enfrentamiento entre la razón y las creencias religiosas o políticas, entre la verdad científica y el dogma, la aceptación del orden establecido por el poder. En el texto de Brecht, Galileo es el cienfíco que encarna la razón y la esperanza en el hombre, fundada en la confianza de la supremacía final de la verdad. Una verdad que necesita de los hombres para manifestarse. “Creo en los hombres porque creo en la razón”, dice el personaje. La ruptura que introduce Galileo en la concepción geocéntrica del universo impuesta por la Iglesia (cuyo cuestonamiento ya le costara a Giordano Bruno en el 1600 ser quemado en la hoguera) no sólo modifica la concepción del universo sino que cuestiona al orden social y político: “Quieren que la tierra permanezca fija para que sus castillos no se caigan” tema retomado por el coro: “Todo empieza ya a girar, todo tiene que cambiar”. No existe arriba y abajo, el universo no está girando alrededor de la tierra cuyo centro sería Roma.
Al mismo tiempo y en un planteo dialéctico, Brecht nos presenta a Galileo como un científico que no encarna a un héroe capaz de enfrentar a la muerte para no claudicar de sus convicciones sino a un hombre vigoroso, sensual y de gran vitalidad, que se somete ante la Inquisición y elige recurrir a la astucia para seguir con sus investigaciones en secreto.
Héroe moderno que rehusa morir por sus ideas si encuentra un medio de proseguir con sus audaces investigaciones, su verdadera pasión es la ciencia, el conocimiento, pero no la gloria.
Humano hasta en sus debilidades, condenado por quienes necesitaban de un héroe, enjuicia a la sociedad misma: “Desdichada de la patria que no tiene héroes” le reprocha Andrea, su discículo más cercano, a lo que contesta Galileo: ”Desdichada de la patria que necesita héroes”, para entregarle al despedirlo sus últimas investigaciones científicas para su divulgación.
La complejidad del personaje es una de las claves de su eficacia. Tenaz y astuto, su enorme vitalidad se manifiesta tanto en su pasión científica como en su voracidad y su apetito. No tiene escrúpulos en engañar al senado de Venecia presentando un telescopio ya inventado en Holanda como invento propio, para obtener una duplicación de su sueldo. Pero de ese modo podrá seguir con sus investigaciones y el instrumento que incluso mejora, le permite descubrimientos revolucionarios.
Esa astucia es la que plantea también Brecht en sus “Cinco dificultades para decir la verdad”: El valor de escribir la verdad, la perspicacia para reconocerla, el arte de hacerla manejable como arma, el saber a quién confiar la verdad para que se haga eficaz y el proceder con astucia para difundirla.
En el año 1970, Ruben Yáñez pone en escena una nueva versión de Galileo Galilei, con la Comedia Nacional, que se repuso por unos días en Montevideo y posteriormente realizó una temporada en el Teatro Cervantes de Buenos Aires donde se presentó junto a Noche de reyes, María Estuardo y El hombre, la bestia y la virtud, a lo largo de casi un mes (del 25 de agosto al 20 de setiembre).
Argentina estaba bajo la dictadura del General Levingston en sustitución del General Onganía desde junio de 1970 y Ruben Yáñez recuerda que antes del debut de Galileo un alto funcionario de la Comisión de Teatros Municipales de Buenos Aires le comunicó que dicha autoridad prohibía la bajada a escena de los actores durante la obra para repartir panfletos con frases del texto.
Ante la negativa de Yáñez el funcionario reunió el elenco durante el intervalo (la acción de los panfletos ocurría después de ese corte) para trasmitirle la prohibición, pero Alberto Candeau, después de mirar a sus compañeros y en nombre de todos declaró: “La obra se da como la puso el director y como se dio en Montevideo. No hay otra posibilidad”.
Y así se hizo, “culminando con una de las ovaciones más grandes que recuerdo en mi vida en el teatro”, relata Yáñez y agrega: “la crítica argentina otorgó a Candeau la distinción de Mejor Actor Extranjero de la temporada por su Galileo. Lo que probablemente no sabían era que también estaban premiando una sólida ética teatral” (Yáñez, Hoy es siempre todavía, Montevideo, Cal y canto, 1996, p. 141).
