- 1958 - Madre Coraje
Por Roger Mirza.
Madre coraje y sus hijos (título original de la obra) se centra en la figura de Anna, quien sigue con su carromato a los soldados durante la guerra de los 30 años (1618 – 1648), dedicada con astucia a su comercio y sacando partido de la guerra para sobrevivir con sus tres hijos, aunque pague el precio de perderlos.
El espectáculo (estrenado el 11 de marzo de 1958 en el Teatro Odeón) y el trabajo de China Zorrilla en el papel de Madre Coraje fueron destacados como de lo mejor del año por la crítica, aunque la propuesta teórica de Brecht y su concepción del actor y su rechazo a toda identificación del espectador con el personaje, su famoso efecto de distanciamiento que exigía una toma de conciencia racional frente al espectáculo, no parecen completamente asimilados por la crítica. Es sintomático que uno de los más lúcidos intelectuales del momento, Ángel Rama, al mismo tiempo que elogiaba todo el espectáculo, destacaba en la actuación de China su “aliento veraz”, su condición “emocionante”, que “arrebata al público”, aspectos que se apartaban del modelo brechtiano de actuación y del efecto buscado en el espectador:
"El más notorio triunfo de la puesta en escena recae en dos artistas, dos mujeres: la actriz Concepción Zorrilla y la directora Laura Escalante (…)[China Zorrilla] ha revelado con esta Madre coraje su plena realidad de actriz dramática. Ella sostuvo permanentemente la obra, le infundió aliento humano, veraz, intenso, con una energía austera que dotó al personaje de una grandeza interior profunda y emocionante [...] una interpretación magistral que arrebata al público de inmediato" (Ángel Rama, “El triunfo de las mujeres” en Acción, citado por Laura Escalante, Memorandum, el tormento tan querido, 1983, 40).
En el mismo sentido comenta con entusiasmo otro reconocido crítico la actuación de China Zorrilla que llegaba a “ser la Coraje misma”:
"Pero la intérprete no se limitó a mostrarle un personaje al público, sino que al contacto con la palpitante humanidad de esa Madre fue transformándose paulatinamente hasta ser la Coraje misma. Los pasajes dramáticos, que no han sido por cierto el fuerte de su modalidad histriónica fueron servidos esta vez con una contenida sobriedad, una desconocida voz de registro grave, un patetismo medido y conmovedor. No bien se acercaba al final sólo ella parecía estar sobre la escena […] lo mejor de su carrera" (Gustavo Adolfo Ruegger en El País, citado por Laura Escalante, 40).
Observaciones que revelan las dificultades de la propuesta teórica de Brecht y que resaltan, más allá de ésta, el mérito de la obra y las notables condiciones de China Zorrilla como actriz, como lo subraya la propia Laura Escalante:
"Le ofrecí el papel a China, en su casa, un día de reunión. Había mucha gente y ella tocaba el piano. Me acerqué por detrás y le murmuré “China, ¿querés hacer 'Madre Coraje'?. Recibió un impacto y casi se cayó del taburete. No podía creer. Enseguida empezaron los ensayos. Encarnizados, rigurosos. China se enfrentó al personaje con toda su alma. Venía a mi casa, temprano en la tarde, y allí trabajábamos el texto, palabra por palabra, frase por frase. Poseedora de una memoria descomunal ya lo sabía de noche, cuando nos reuníamos en el Club con el resto del elenco. Recordaba todas las indicaciones sin la menor falla, ni vacilación." (Laura Escalante, Memorandum, el tormento tan querido, 1983, 35-36).
El espectáculo (estrenado el 11 de marzo de 1958 en el Teatro Odeón) y el trabajo de China Zorrilla en el papel de Madre Coraje fueron destacados como de lo mejor del año por la crítica, aunque la propuesta teórica de Brecht y su concepción del actor y su rechazo a toda identificación del espectador con el personaje, su famoso efecto de distanciamiento que exigía una toma de conciencia racional frente al espectáculo, no parecen completamente asimilados por la crítica. Es sintomático que uno de los más lúcidos intelectuales del momento, Ángel Rama, al mismo tiempo que elogiaba todo el espectáculo, destacaba en la actuación de China su “aliento veraz”, su condición “emocionante”, que “arrebata al público”, aspectos que se apartaban del modelo brechtiano de actuación y del efecto buscado en el espectador:
"El más notorio triunfo de la puesta en escena recae en dos artistas, dos mujeres: la actriz Concepción Zorrilla y la directora Laura Escalante (…)[China Zorrilla] ha revelado con esta Madre coraje su plena realidad de actriz dramática. Ella sostuvo permanentemente la obra, le infundió aliento humano, veraz, intenso, con una energía austera que dotó al personaje de una grandeza interior profunda y emocionante [...] una interpretación magistral que arrebata al público de inmediato" (Ángel Rama, “El triunfo de las mujeres” en Acción, citado por Laura Escalante, Memorandum, el tormento tan querido, 1983, 40).
En el mismo sentido comenta con entusiasmo otro reconocido crítico la actuación de China Zorrilla que llegaba a “ser la Coraje misma”:
"Pero la intérprete no se limitó a mostrarle un personaje al público, sino que al contacto con la palpitante humanidad de esa Madre fue transformándose paulatinamente hasta ser la Coraje misma. Los pasajes dramáticos, que no han sido por cierto el fuerte de su modalidad histriónica fueron servidos esta vez con una contenida sobriedad, una desconocida voz de registro grave, un patetismo medido y conmovedor. No bien se acercaba al final sólo ella parecía estar sobre la escena […] lo mejor de su carrera" (Gustavo Adolfo Ruegger en El País, citado por Laura Escalante, 40).
Observaciones que revelan las dificultades de la propuesta teórica de Brecht y que resaltan, más allá de ésta, el mérito de la obra y las notables condiciones de China Zorrilla como actriz, como lo subraya la propia Laura Escalante:
"Le ofrecí el papel a China, en su casa, un día de reunión. Había mucha gente y ella tocaba el piano. Me acerqué por detrás y le murmuré “China, ¿querés hacer 'Madre Coraje'?. Recibió un impacto y casi se cayó del taburete. No podía creer. Enseguida empezaron los ensayos. Encarnizados, rigurosos. China se enfrentó al personaje con toda su alma. Venía a mi casa, temprano en la tarde, y allí trabajábamos el texto, palabra por palabra, frase por frase. Poseedora de una memoria descomunal ya lo sabía de noche, cuando nos reuníamos en el Club con el resto del elenco. Recordaba todas las indicaciones sin la menor falla, ni vacilación." (Laura Escalante, Memorandum, el tormento tan querido, 1983, 35-36).