- 1957 - La Ópera de Dos Centavos
Por Roger Mirza.
1957 es la fecha del primer estreno documentado de una obra de Brecht en Uruguay, La ópera de dos centavos, con dirección de Atahualpa del Cioppo y elenco de El Galpón (el 6 de setiembre de 1957 en el Teatro Odeón, dos meses después de su estreno en Buenos Aires).(*)
A mediados de la década del cincuenta el teatro El Galpón, fundado en 1949, había alcanzado en sus producciones un nivel profesional con obras como El gesticulador (1954) de Usigli, Las brujas de Salem (1955) de Miller, Las tres hermanas de Chéjov (1956), por nombrar sólo algunos espectáculos destacados dirigidos por Atahualpa del Cioppo, en la década de la progresiva consolidación del sistema teatral uruguayo moderno, cuando ya es reconocida la madurez y calidad del elenco de la Comedia Nacional (fundada en 1947), así como la de varios grupos independientes.
El propio Atahualpa, ante este primer estreno de Brecht y con plena conciencia de la magnitud del nuevo autor y de su propuesta, señaló la importancia y la responsabilidad que ello implicaba en la Revista de Teatro Independiente que publicaba El Galpón:
"Con La ópera de dos centavos El Galpón se enfrenta a una de sus más grandes responsabilidades como institución de arte escénico preocupada por la cultura pública. Porque Brecht es un hecho singularísimo dentro de la dramaturgia contemporánea, [...] Brecht no tiene la menor duda sobre la transformación que han sufrido las sociedades humanas de los últimos 40 años [...] y lo primero que le ha preocupado son las condiciones vitales de esa sociedad [...] y descubre lo que hay de caduco en ellos. Asume, por lo tanto, una actitud crítica a fin de que la conciencia no se deje arrastrar por los espejismos -encantadores espejismos, a veces- [...] que tanto en el arte como en la filosofia y en casi todas las ramas del conocimiento humano, han sabido crear los dirigentes ideológicos de la burguesía" (Del Cioppo 1957, 4).
Estas consideraciones revelan una coincidencia ideológica entre la función del teatro como arte y su función social. Por otra parte y ante los aspectos más técnicos de la propuesta brechtiana, éstos serán incorporados gradualmente a sus montajes. Sobre el punto señala también Atahualpa con precisión, en la misma revista, aludiendo al efecto de distanciamiento, aunque sin nombrarlo:
"Brecht exige del intérprete de sus obras una actitud vigilante, consciente frente a un personaje, de modo que si debe representar un pillo no se solidarice con él, sino que lo exponga con la mayor fidelidad a la consideración de los otros, sin que los sentimientos, conmoviéndonos, falseen la rectitud del juicio a que debemos someterlo" (Del Cioppo, 1957, 4)
Al mismo tiempo es consciente de las dificultades de introducir estas novedades y por eso señala que para no desconcertarse y no desconcertar al público utilizará en parte “la modalidad tradicional de la puesta introduciendo en ella algunos elementos de la nueva técnica escogida por Brecht”(4) y apela a la colaboración del público y de la crítica, en interesante señal de una particular comunicación entre emisores y receptores en el sistema teatral de ese momento, y de lo que se esperaba de las revistas como espacios de ampliación y enriquecimiento de la comunicación entre realizadores y espectadores, incluyendo a los críticos en su doble función de receptores del espectáculo y nuevos emisores de un discurso que analiza y emite un juicio sobre él:
"El público y la crítica deberán colaborar en esta introducción de Brecht en nuestro medio, tratando de considerar, comprender y aceptar lo que sería el común denominador de la estética brechtiana; esto es que así como delante de una obra el espectador del teatro burgués -y de casi todo el teatro hasta ahora- sentía más que juzgaba, ahora debe juzgar más que sentir o, en todo caso, la parte otorgada al sentimiento no debe hacerse en desmedro de la razón, [...], del análisis que el espectador deberá realizar de los hechos que se le ofrecen desde la escena. […] pero sin olvidar que se trata de relaciones entre personas, con las contradicciones inherentes a todo individuo. No se trata pues, de dar esquemas o abstracciones, sino de encararnos con seres vivos" (Del Cioppo, 1957, 4).
El estreno fue saludado con entusiasmo por la crítica, y el diario El País lo llamó “un primer contacto apasionante con Brecht”. (“Resumen teatral y musical 1957”, sin firma, 27/12/1957).
(*) En Brasil la primera escenificación de un texto de Brecht fue en 1945 en Sâo Paulo, Terror y miserias del Tercer Reich, por un grupo de aficionados, en el Salón de Fiestas Apisp (Camargo Costa 1996, 190). En Buenos Aires se estrena en 1954 Madre Coraje por Nuevo Teatro, con dirección de Alejandra Boero y Pedro Asquini y esta es la primera versión de largo aliento. Pero existe una versión anterior de La ópera de dos centavos por la Compañía Tairoff estrenada en alemán, el 5 de agosto de 1930 y otra en idisch de El soplón –uno de los cuadros de Terror y miseria del Tercer Reich-, por el Teatro IFT en 1949; donde también se presentó en el mismo idioma, en 1953, una versión de Madre Coraje; además de El soplón, en una versión en castellano de Néstor Ibarra, en setiembre de 1946 (Pellettieri 1997, 70).]
A mediados de la década del cincuenta el teatro El Galpón, fundado en 1949, había alcanzado en sus producciones un nivel profesional con obras como El gesticulador (1954) de Usigli, Las brujas de Salem (1955) de Miller, Las tres hermanas de Chéjov (1956), por nombrar sólo algunos espectáculos destacados dirigidos por Atahualpa del Cioppo, en la década de la progresiva consolidación del sistema teatral uruguayo moderno, cuando ya es reconocida la madurez y calidad del elenco de la Comedia Nacional (fundada en 1947), así como la de varios grupos independientes.
El propio Atahualpa, ante este primer estreno de Brecht y con plena conciencia de la magnitud del nuevo autor y de su propuesta, señaló la importancia y la responsabilidad que ello implicaba en la Revista de Teatro Independiente que publicaba El Galpón:
"Con La ópera de dos centavos El Galpón se enfrenta a una de sus más grandes responsabilidades como institución de arte escénico preocupada por la cultura pública. Porque Brecht es un hecho singularísimo dentro de la dramaturgia contemporánea, [...] Brecht no tiene la menor duda sobre la transformación que han sufrido las sociedades humanas de los últimos 40 años [...] y lo primero que le ha preocupado son las condiciones vitales de esa sociedad [...] y descubre lo que hay de caduco en ellos. Asume, por lo tanto, una actitud crítica a fin de que la conciencia no se deje arrastrar por los espejismos -encantadores espejismos, a veces- [...] que tanto en el arte como en la filosofia y en casi todas las ramas del conocimiento humano, han sabido crear los dirigentes ideológicos de la burguesía" (Del Cioppo 1957, 4).
Estas consideraciones revelan una coincidencia ideológica entre la función del teatro como arte y su función social. Por otra parte y ante los aspectos más técnicos de la propuesta brechtiana, éstos serán incorporados gradualmente a sus montajes. Sobre el punto señala también Atahualpa con precisión, en la misma revista, aludiendo al efecto de distanciamiento, aunque sin nombrarlo:
"Brecht exige del intérprete de sus obras una actitud vigilante, consciente frente a un personaje, de modo que si debe representar un pillo no se solidarice con él, sino que lo exponga con la mayor fidelidad a la consideración de los otros, sin que los sentimientos, conmoviéndonos, falseen la rectitud del juicio a que debemos someterlo" (Del Cioppo, 1957, 4)
Al mismo tiempo es consciente de las dificultades de introducir estas novedades y por eso señala que para no desconcertarse y no desconcertar al público utilizará en parte “la modalidad tradicional de la puesta introduciendo en ella algunos elementos de la nueva técnica escogida por Brecht”(4) y apela a la colaboración del público y de la crítica, en interesante señal de una particular comunicación entre emisores y receptores en el sistema teatral de ese momento, y de lo que se esperaba de las revistas como espacios de ampliación y enriquecimiento de la comunicación entre realizadores y espectadores, incluyendo a los críticos en su doble función de receptores del espectáculo y nuevos emisores de un discurso que analiza y emite un juicio sobre él:
"El público y la crítica deberán colaborar en esta introducción de Brecht en nuestro medio, tratando de considerar, comprender y aceptar lo que sería el común denominador de la estética brechtiana; esto es que así como delante de una obra el espectador del teatro burgués -y de casi todo el teatro hasta ahora- sentía más que juzgaba, ahora debe juzgar más que sentir o, en todo caso, la parte otorgada al sentimiento no debe hacerse en desmedro de la razón, [...], del análisis que el espectador deberá realizar de los hechos que se le ofrecen desde la escena. […] pero sin olvidar que se trata de relaciones entre personas, con las contradicciones inherentes a todo individuo. No se trata pues, de dar esquemas o abstracciones, sino de encararnos con seres vivos" (Del Cioppo, 1957, 4).
El estreno fue saludado con entusiasmo por la crítica, y el diario El País lo llamó “un primer contacto apasionante con Brecht”. (“Resumen teatral y musical 1957”, sin firma, 27/12/1957).
(*) En Brasil la primera escenificación de un texto de Brecht fue en 1945 en Sâo Paulo, Terror y miserias del Tercer Reich, por un grupo de aficionados, en el Salón de Fiestas Apisp (Camargo Costa 1996, 190). En Buenos Aires se estrena en 1954 Madre Coraje por Nuevo Teatro, con dirección de Alejandra Boero y Pedro Asquini y esta es la primera versión de largo aliento. Pero existe una versión anterior de La ópera de dos centavos por la Compañía Tairoff estrenada en alemán, el 5 de agosto de 1930 y otra en idisch de El soplón –uno de los cuadros de Terror y miseria del Tercer Reich-, por el Teatro IFT en 1949; donde también se presentó en el mismo idioma, en 1953, una versión de Madre Coraje; además de El soplón, en una versión en castellano de Néstor Ibarra, en setiembre de 1946 (Pellettieri 1997, 70).]
